
Mientras estudiaba en Londres, tuve la oportunidad de ir a un viaje de estudios a Ucrania. Me demoré exactamente medio segundo en aceptar. Fue solo un año después de Euromaidan, la revolución que derrocó al gobierno ucraniano, y significó tener la oportunidad de conocer a algunas de las nuevas autoridades y ver por mí misma lo que estaba pasando en el país. En realidad, me demoré menos de medio segundo. Sin pensarlo, estaba comprando mi ticket para Kiev. Bueno, en el proceso me di cuenta de que era más barato volar a Moscú (así que otro viaje inesperado ocurrió, más sobre esto en otro post). También pensé que este viaje me estaba dando la excusa perfecta para ir a un lugar que siempre llamó mi atención: Chernóbil. O sea, ¿quién no querría ir a uno de los lugares más radiactivos de la tierra, cierto?
Un poco de investigación me dijo que necesitaba un tour desde la capital, ya que no se puede entrar a la zaona de exclusión sino es en una visita guiada. Después de llenar cientos de documentos en los que asumía toda la responsabilidad por un posible futuro sin hijos, y después de cargar mi tarjeta con uno de los cargos más extraños que mi banco haya visto, estaba lista para ir al lugar del desastre. Chernóbil, aquí voy!


Es difícil desasociar la imagen de la rueda de la fortuna abandonada del parque de diversiones de Prípiat cuando pensamos en Chernóbil. La catástrofe nuclear que el sábado 26 de abril de 1986 expuso a dosis peligrosas de radiación a 5 millones de personas que vivían en áreas contaminadas y provocó alarma internacional al detectarse radiactividad en al menos 13 países europeos, detuvo el tiempo, dejando una ciudad entera abandonada.



Prípiat era conocida como ‘la ciudad del futuro’. El gobierno quería mostrar la grandiosidad de la ingeniería soviética a través de su central nuclear, luciéndose incluso con el lugar donde habitaban sus trabajadores. Así, se construyó una metrópoli que superaba todos los estándares de la región y de la época: se destacaba su hospital de última generación, un hotel, piscina olímpica y centro comercial.



Por ello, visitar Prípiat en los 80’s era un lujo. Y hoy lo sigue siendo. Es literalmente volver al pasado. Cuando la población fue evacuada, las autoridades informaron que podrían regresar a sus casas en 3 días, por lo que no debían llevar nada consigo más que su documentación personal. Por supuesto, nadie puedo volver. Luego se decretó una zona de alienación de 30 kilómetros y se dio la orden que nada podía sacarse del perímetro. Así que realmente se siente como que se congeló el tiempo. Sin perjuicio del desolador panorama, date el tiempo de caminar por la escuela abandonada, con sus pasillos llenos de libros rotos y de máscaras que fueron entregadas a los niños cuando se dimensionó la magnitud del accidente, y entre los juguetes del jasdín de niños destruidos por el paso del tiempo. Hoy es solo un amargo recordatorio de la explosión en el reactor 4.





Pero los murales en las calles, los escudos de la URSS y de la República Socialista Soviética de Ucrania en la azotea de los edificios públicos y los afiches de propaganda política junto a las urnas que se exhibirían el 1º de mayo, son objetos que un museo no podría haber preservado tan vívidamente como lo hizo el abandono de la zona de exclusión de Chernóbil.



La experiencia de vivir en 1986, estando en el siglo XXI, es mágica. No existe en el mundo algo como ello. Y aunque es limitada a solo unas horas, ya que el lugar aun tiene altísimos niveles de radiación, es suficiente para vivir en carne propia una fracción de lo que fue la vida en la Unión Soviética.
Sin perjuicio que no existe consenso científico sobre la incidencia real de la tragedia en la mortalidad de la población, sabemos que la explosión tuvo 31 víctimas directas y que cientos de miles de personas recibieron dosis peligrosas de radiación, especialmente quienes trabajaron en el proceso de descontaminación. El gobierno soviético, sin querer reconocer lo sucedido, se demoró 36 horas (!) en dar la orden de evacuación de la zona. Recién ahí se comenzó a evaluar qué hacer con el reactor que había sufrido la explosión. Se decidió construir un ‘sarcófago’ que simplemente mantuviera encerrado el material nuclear radiactivo. Este fue edificado pensando en que su vida útil sería de 30 años, ya que en dicho tiempo la comunidad internacional sería capaz de elaborar una solución definitiva. De hecho, una de las cosas que más impresiona al visitar Chernóbil es que, 30 años después, los efectos de la radiación y de la corrosión en el sarcófago se perciben a simple vista. Y como nadie ha podido hallar una solución definitiva, se construyó un nuevo domo, más grande y resistente, sobre el primero. Esta vez la proyección de vida es de 100 años. Tal vez se encuentre una solución final antes de tener que construir un tercero.






Al entrar a la zona de exclusión te entregan un dosímetro para medir la radiación. En algunos lugares es absolutamente normal. En otros es tan alta que no está autorizado quedarse por más de unos minutos. Pero se ve todo igual. Eso permite entender porqué las personas no querían irse, y porqué muchos volvieron, incluso siendo advertidos sobre las consecuencias. Así, Chernóbil se transformó en un lugar donde las personas morían a manos de un verdugo invisible.

Hoy la naturaleza le va doblando la mano a la destrucción que el hombre provocó. Entre los restos de cemento se ven pequeños árboles germinando. Entre los bosques que sobrevivieron los efectos de la radiación se encuentran animales salvajes que se han apropiado del lugar. Esto da esperanzas. Por sobre la desgarradora devastación que dejó el accidente nuclear, se puede observar como la vida prospera.

––> Merecía un lugar en la lista?
Estoy lo suficientemente loca como para disfrutar yendo a lugares extraños, y mi interés por la política y la historia hizo que este fuera un viaje increíble, pero debo decir que no es para todos. Es realmente abrumador saber que estás parado donde ocurrió algo tan trágico. Y aunque se supone que la visita es segura, realmente no se sabe si la radiación tendrá algún efecto sobre ti.
Dicho esto, si estás un poco loco y por esas cosas de la vida estás en Ucrania, hazlo. ¡Es una experiencia tan diferente, no hay nada como esto en el mundo!
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