Hay dos famosas líneas de tren en Tanzania. La mayoría de los lugareños se refieren a ellas como “los ferrocarriles de mierda”. ¿Puedes adivinar a dónde voy con esto? Sí, tomé ambos. 26 horas en el primer viaje para cruzar el país en el sur, de este a oeste. 45 horas en el próximo viaje para cruzar el país de nuevo, pero esta vez del noroeste al sureste. Fue agotador, pero valió la pena. ¿Por qué, te preguntas? Tres razones. Son dos de los últimos grandes viajes en tren de África, y no puedo dejar pasar la oportunidad de una aventura así. Para experimentar cómo viajan los lugareños (yo era la única mzungu –persona blanca– a bordo en ambas ocasiones). Y para ver lugares en el camino que nunca habría visto si hubiera tomado un avión. Además, tengo una historia cool que contarte. Así que todos a bordo, ¡tomemos un tren a través de Tanzania (o dos)!
Ferrocarril Tazara –Tazara Railway (Dar es Salaam a Mbeya)
–Agosto 2021
¿Realmente quieres tomar el “tren terrible”?
Venía de las montañas de Usambara, con el tiempo justo para bajar de la montaña a la ciudad de Muheza y tomar un bus a Dar es Salaam. El bus, por supuesto, me dejó en una calle al azar en medio de la nada. Con el reloj corriendo y en pánico de perder el tren, tomé una boda boda, ya sabes, los mototaxis de Tanzania. Lo juro, todo el propósito de la vida del conductor era matarme. Pasamos por el lado de bajaji (tuk-tuks) y autos como si fueran líquidos en lugar de sólidos, como si chocar no nos mataría. Afortunadamente, el conductor falló en su resolución, y llegué en una sola pieza y a tiempo.
Mientras le gritaba al conductor que fuera ‘pole pole’, lento lento, me respondió con “¿por qué vas a Tazara?”. Bueno, para tomar el tren, le respondí con un toque de ironía. “¿Qué? ¿Por qué haces eso? Es demasiado terrible. Vuelas. Te llevo al aeropuerto”. No, no, por favor lléveme a la estación Tazara, y pole pole, le insistí. “Hakuna matata, hermana, pero no tomar tren. Tren terrible. Tú sola, roban tus cosas”. No se preocupe, mis amigos están en la estación, le mentí.
Familiarizándose con el tren
Sin embargo, realmente no estaba mintiendo. Las tres compañeras de cuarto que tuve en el tren eran encantadoras y acogedoras. No estaba sola. Los compartimentos solo son compartidos por personas del mismo género, a menos que seas una familia y lo reserves entero. Dos de las chicas eran tanzanas, yendo a pequeños pueblos somnolientos a lo largo de la ruta. La tercera era zambiana.
El nombre Tazara proviene de la Autoridad Ferroviaria Tanzania-Zambia (Tanzania Zambia Railway Authority, en inglés), y une Dar es Salaam en el este de Tanzania con la ciudad de Kapiri Mposhi en el centro de Zambia. El ferrocarril de vía única tiene una longitud de 1860 km (1156 millas). El viaje a Mbeya, la última parada en Tanzania, iba a tomar 26 horas (aunque se anuncia que toma 23).
Mi ticket de primera clase me consiguió una “cama” en una habitación con dos camarotes. Vienen con una sábana, una manta y una almohada que no se han lavado desde que se construyó el tren. En la habitación también hay una mesa, un ventilador y un enchufe. Se espera que los habitantes de las camas inferiores las compartan como sillas durante el día con quienes duermen en las camas superiores. Y todas nos turnamos para cargar nuestros teléfonos en el único enchufe proporcionado. ¡El sistema te hace socializar!
Respecto a los baños (o aseos si estás leyendo desde España), estos son un simple agujero en el suelo que permite que lo que sale de la gente caiga directamente a las vías. Como el tren se mueve mucho, pensé en esperar una parada para usar las instalaciones, solo para descubrir que están cerradas cuando el tren se detiene, debido a la ingeniería de su diseño: la gente a cargo del tren no quiere que las personas que esperan junto a las vías sean salpicadas por el pipí de alguien, o por algo peor. Así que, derrotada, esperé a que el tren comenzara a moverse de nuevo, y a saltar de nuevo, para ir y tratar de hacer pipí sin caerme. Lo cual logré con éxito cada vez que la naturaleza llamó, gracias a todos los dioses. Hay un lavamanos con agua corriente, pero si alguna vez tomas el tren, ¡trae mucho desinfectante!
Comiendo en el tren y viendo pasar las horas
El tren sirve comida, tanto en la habitación como en un vagón-restaurante. Hay un anuncio casi ininteligible por los parlantes, en suajili e inglés, que informa el menú de la comida. Sirven desayuno, almuerzo y cena. Por poco más de 1€ la oferta es humilde, pero es comida cálida y relativamente sabrosa. Un funcionario se detiene en cada habitación preguntando qué quieres, y él mismo te lo trae. O puedes ir al restaurante. Allí también venden cerveza fría, una anormalidad un país donde la cerveza es a menudo bebida tibia.
Inmediatamente cuando el tren partió, nos ofrecieron almuerzo. Como todas en la habitación habíamos ido preparadas, declinamos la oferta, y compartimos los snacks que teníamos. Dos de las chicas tenían amigos que viajaban en el siguiente compartimento, así que después de comer, se fueron a tomar una cerveza con ellos. Con señas me indicaron que me uniera a ellos, pero entre mi falta de suajili, no querer tocar el violín, y el hecho de que me había despertado a las 4 de la mañana y ya estaba media muerta, agradecí como pude pero dije que no.
En cambio, pasé la tarde mirando por la ventana, viendo cómo el paisaje cambiaba lentamente. Incluso las estaciones parecían estar cambiando. Dejamos atrás un Dar es Salaam gris otoñal para adentrarnos en las llanuras, donde nos encontramos con un poco de lluvia.
En algunas de las paradas a lo largo del camino, la gente vende snacks a través de la ventana, principalmente frutas y refrescos. En las paradas más grandes los vendedores se suben al tren y ofrecen sus productos puerta por puerta.
Cuando la oscuridad se apoderó del día, tuve una humilde cena de la selección del tren. La selección siendo “¿quieres cenar o no?”. Para hacer mi comida vegetariana, simplemente se deshicieron del pollo, dejándome con arroz, algunas verduras y un pedacito de sandía. Pero, como mencioné, costó alrededor de 1€, así que no debería quejarme.
Sobreviviendo la noche, y un nuevo día a bordo
El sueño llegó fácilmente. Estoy segura de que fue porque estaba muy cansada, pero encontré que los baches del tren me reconfortaban, como si estuviera siendo mecida en una cuna. El agotamiento me hizo pasar por alto el hecho de que durante toda la noche hubo música a todo volumen por los parlantes, y que el ventilador hizo que la noche ya fría fuera más fría. Te lo advierto, si vas a abordar esta aventura, ven muy cansado, ¡o trae tapones para los oídos y un saco de dormir!
Me desperté con una compañera de cuarto diferente en la cama del frente. Esta vez era una mujer tanzana con una niña pequeña. Mis 4 compañeras estaban profundamente dormidas mientras yo desayuné, y pasé horas mirando por la ventana. El paisaje era mucho más verde, y después de unos pocos minutos de lloviznas, la temperatura se volvió agradable.
Las chicas tanzanas se bajaron en pueblos pequeños de los que nadie jamás ha oído hablar, donde el paisaje era verde y el clima cálido. Así que solo quedamos la chica zambiana, Esther, y yo. Conversamos toda la tarde con la cabeza apoyada en la ventana, maravillándonos con las hermosas postales que nos entregó el tren mientras nos acercábamos a las curvas y cruzábamos altos puentes en medio del bosque.
Esa es una de las bellezas de los viajes en tren, que no sigue una autopista, que pasa por lugares que son imposibles de ver desde cualquier otro medio de transporte. Esto es especialmente cierto para el Ferrocarril Tazara, ya que conecta ciudades, pero se aleja lo más que puede de ellas. Incluso las estaciones están lejos, en los suburbios, regalándole a los pasajeros paisajes espectaculares lejos de las ciudades.
Como el tren se retrasó y nos encontramos con tiempo extra en nuestras manos, fuimos al vagón restaurante/bar para tomar un par de cervezas. Debido al COVID, el tren no estaba cruzando la frontera, lo que significó que Esther necesitaba tomar una dala dala (minibus) hasta el control fronterizo y luego tomar un bus que la llevaría a casa. Aproximadamente otro día de viaje. Las 5 horas que yo tenía por delante para llegar a la orilla del lago Nyasa, mi destino final en esta etapa del viaje, parecían nada.
Pasaron un par de horas más y de repente estábamos en Mbeya, la ciudad verde. Fue un viaje mucho más agradable de lo que esperaba. 26 horas de hermosos paisajes, mercados improvisados y gente encantadora. Tal vez debería tomar la otra línea, después de todo, esto no fue una mierda en absoluto. Bueno, más allá de la ropa de cama y los baños…
Para obtener información actualizada sobre horarios y precios, consulta el sitio web oficial del Ferrocarril Tazara.
Ferrocarril de la Línea Central –Central Line Railway (Kigoma a Dar es Salaam)
–Septiembre 2021
La primera etapa del viaje, antes de que comenzara el viaje: comprar el ticket y esperar al tren
“Primera clase no más, tercera comprar”, me dijo el funcionario de la estación de tren. «Tren lujo sábado, esperar”. Teniendo en cuenta que era martes y que ya había decidido que quería continuar con el viaje, el sábado estaba fuera de discusión. Pero también lo estaba la tercera clase. Había leído que el viaje dura hasta 40 horas. Me encanta la aventura, pero pasar ese tiempo en un sandwich entre 6 humanos sentados en dos bancos uno frente al otro estaba más allá de lo que quería tener que aguantar. ¿Qué pasa con la segunda clase?, pregunté. “No, ferrocarril solo primera y tercera”. Entiendo. Y está seguro de que no hay ni un solo espacio, soy solo yo, le aseguré. “Espera. Compruebo”.
Resulta que por alguna extraña razón el señor no vende los tickets de primera clase, estos deben ser comprados en línea. Lo cual podría haber hecho yo misma. Pero en lugar de decirme esto, llamó a otra persona que apareció con un smartphone y reservó mi ticket. Luego me acompañó a la oficina de un proveedor de telefonía móvil donde pude hacer el pago. Y luego me pidió que esperara mientras buscaba un lugar para imprimir el ticket. Aproximadamente una hora más tarde estaba sentada en la sala de espera con un pedazo de papel impreso, con un sello oficial de la compañía ferroviaria. Solo tres horas más hasta la hora de salida a las 4 PM. O eso pensé.
Con más de 30°C (90°F) y una sala abarrotada, las horas pasaron lentamente. Pasé capítulo tras capítulo de «On Roads That Echo: Un viaje en bicicleta a través de Asia y África«, el libro que me acompañaba durante esa parte del viaje, hasta que me empezó a doler la espalda. Raro, pensé, si solo han pasado un par de horas. Bueno, al mirar la hora me di cuenta de que las 4 PM eran una cosa del pasado y el tren no se veía por ningún lado.
A eso de las 6 apareció. Para cuando los pasajeros que llegaban desde Kigoma desembarcaron, el tren fue limpiado y se dio la vuelta (curiosamente, esta última parte fue la que más tardó), ya eran alrededor de las 7:30.
El compartimento de primera clase
Me subí al tren, encontré mi habitación y me sorprendió el hecho de que solo habían dos camas. Bastante deterioradas, y con algunos bichos arrastrándose en el suelo, pero sólo una compañera de cuarto. ¡Super! Como fui la primera en entrar, dejé mi mochila en la litera inferior y examiné los alrededores.
Además de la litera, el compartimento tiene un pequeño lavamanos con agua corriente, y –derramé una lágrima interna cuando me di cuenta de esto– no habían enchufes. La situación del baño es la misma que en Tazara: un agujero en el suelo desde el que todo lo desechado va a las vías. La única diferencia, descubrí más tarde, es que se puede usar mientras el tren está en una estación. Lo cual fue una bendición porque este tren se mueve mucho más que el anterior.
Mientras leía, esperando ansiosamente la partida, llegó mi compañera de cuarto. Una chica encantadora con una niña pequeña en la espalda: Adida y Sabrina. Las saludé y les pregunté sus nombres en suajili (lo único que puedo hacer en el idioma local), y nos dimos cuenta de que el lenguaje corporal sería nuestra forma de comunicación. Les ofrecí algunos de mis plátanos, y Adida rápidamente me ofreció todo lo que tenía, una variedad de yuca, pescado y mandazi (la versión tanzana de las donas). A las 8:49 el tren tocó la bocina y comenzamos a movernos. Con tan solo 5 horas de retraso…
Mi amiga Heike me dijo una vez que mientras esperaba un bus en algún lugar de África Occidental, ella y su marido preguntaron sobre la hora de salida varias veces, ya que no había señales de movimiento, a pesar de que el bus ya debería haber partido. La respuesta que obtuvieron explica cómo funcionan las cosas en muchos lugares del continente: “ustedes tienen el reloj, nosotros tenemos el tiempo”. Los horarios son simplemente sugerencias, y los occidentales deberían dejar de mirar sus relojes. ¡Y visitar con mucho tiempo para aguantar los inevitables retrasos!
Después de los snacks, nos llevaron ropa de cama: una sábana limpia y bien doblada y una manta. Asumiendo que la niña tendría que irse a dormir pronto, derramé una segunda lágrima interna y me ofrecí a tomar la litera superior, que era lo decente de hacer, aunque no era en absoluto lo que quería. Fue solo entonces cuando me di cuenta de que no hay un sistema para subir. No hay escalera, ni escalones de apoyo, nada. Así que allí estaba, con mi pie derecho en el marco de la ventana y mi pierna izquierda volando hacia arriba, tratando de llegar a la cama pasando unas correas de cuero que actúan como una barrera para que el pasajero no se caiga mientras duerme. No fue mi momento más agraciado.
Mientras tanto, mi compañera de cuarto se aseguró de que la puerta estuviera cerrada con pestillo. Extendí la sábana, puse la manta debajo de ella, las enrollé para crear una almohada y me fui a dormir al ritmo de los baches. No pasó ni una hora y la temperatura bajó drásticamente. En el pasado quedó mi almohada, en realidad necesitaba la manta.
Los orígenes del tren
Me desperté muchas veces durante la noche, con el ruido de gente riendo en el pasillo, otros (erróneamente, espero) tratando de abrir la puerta cerrada con llave, y, sobre todo, con los golpes de los rieles. Saltos, movimientos de lado a lado, vibraciones. Era como un barco en el mar agitado.
La Línea Central fue concebida y construida cuando Tanzania era una colonia alemana. El gobierno de África Oriental Alemana quería conectar la ciudad portuaria de Dar es Salaam en el Océano Índico con las ciudades de Kigoma (a orillas del lago Tanganica) y Mwanza (en el lago Victoria). Las tierras fértiles alrededor de los lagos producen café, té, tabaco y otros cultivos que los alemanes querían exportar fuera de África. Las vías del ferrocarril de Tanganica, como se llamaba entonces, seguían una antigua ruta de caravanas utilizada por los comerciantes árabes, que necesitaban enviar principalmente esclavos, marfil, sal y copra a través del Océano Índico a sus tierras natales. La construcción del ferrocarril comenzó en 1906, y sigue siendo fundamental para la economía de las regiones occidental y central del país. Pero estoy segura de que no ha tenido una actualización adecuada desde que los alemanes fueron expulsados… ¡hace más de cien años!
Es como retroceder en el tiempo, viajar en un ferrocarril anterior a la Gran Guerra, en el corazón de África. ¡No es cómodo, pero es toda una experiencia!
Comida, de la cocina del tren… ¡y desde la ventana!
Con los primeros rayos de luz hice un vergonzoso descenso de la litera superior, y me dirigí a buscar el vagón del restaurante, que, convenientemente, resultó ser el siguiente. Por menos de 1,5€ conseguí una taza de té, un omelet, dos tostadas, y unos espaguetis blancos cocidos (una mezcla misteriosa, pero que no pereció sorprender a nadie más que a mí). Mientras esperaba a que me entregaran mi banquete, pregunté por un enchufe y me permitieron cargar mi batería externa en la cocina. ¡Qué alivio! Mi pobre novio y madre se habrían asustado si no hubieran sabido nada de mí hasta llegar a Dar, especialmente porque nadie sabía cuándo eso sucedería. Además, porque estaba preparando los detalles finales de la próxima gran aventura.
La mañana pasó sin novedades. Las ventanas estaban demasiado rayadas y sucias para permitir ver algo hacia afuera. La parte superior se baja para abrirla, pero es demasiado alta para ver algo desde la litera de abajo, y demasiado baja para ver desde la de arriba. Así que pasé mis horas tratando de leer mientras mi kindle saltaba con los baches del riel, con descansos para estirar las piernas y pararme junto a la ventana para ver el mundo pasar.
Alrededor del mediodía paramos en Tabora, una ciudad a un tercio del camino. El tren reajustó su posición para permitir que los pasajeros de todas las secciones fueran a comprar almuerzo y suministros en el mercado improvisado que se estableció allí. Me las arreglé para conseguir chips majay (una extraña comida típica local consistente en papas fritas en una tortilla), un pepino, plátanos y mandazi (las donas de Tanzania). No la más saludable de las comidas, pero lo que había. Vi a mi compañera de cuarto entregando un Tupperware a una señora mientras gritaba instrucciones, y 15 minutos después fue devuelto con ugali y un poco de salsa de carne. Soy vegetariana, no soy fanática del ugali y no hablo suajili, así que estaba contenta con lo que logré conseguir.
Todos alrededor de mi compartimento parecían tener niños viajando con ellos, así que durante las horas de comida las puertas se abrían. Los niños iban de puerta en puerta probando lo que querían, y las despreocupadas mamás pasaban al rato preguntando por su errante descendencia. Todo el proceso fue una linda forma de socializar. Obtuve un buen número de sonrisas agradecidas después de compartir mis plátanos y mandazi con cada pequeño que los señalaba.
Hipnotizada por el proceso, no me di cuenta de que Sabrina, mi pequeña compañera de cuarto, estaba sentada a mi lado desnuda pero cubierta de la cabeza a los pies con salsa y trozos de la masa de harina de maíz. Se veía súper tierna, pero decidí que era un buen momento para escapar de regreso a mi litera superior para evitar lucir como ella.
El tren permaneció en Tabora durante 3 horas y media, hasta las 15:35. Todo lo que podía pensar era que mi avión salía hacia Europa en alrededor de un mes, y probablemente no iba a ser tiempo suficiente para que este tren llegara a Dar. Había estado allí durante 19 horas y solo cubrimos 403 de los 1254 km (250 de las 779 millas) del viaje. ¡Envíen ayuda!
A cada llegada y partida el tren señalaba sus intenciones con una larga bocina. Toda la tarde continuó con largos bocinazos y extensas paradas, cada vez con docenas de personas vendiendo de todo a través de las ventanas: artesanías, frutas, batatas cocidas, agua, nueces, arroz crudo y un centenar de cosas misteriosas que no supe a quién preguntar qué eran.
Una noche aún más saltona
Cuando llegó la noche, y no estábamos cerca de Dar es Salaam, decidimos tratar de dormir. Me costó conciliar el sueño con los ruidos y el movimiento, pero Sabrina, la niña que dormía con su mamá en la litera inferior, realmente sufrió. La pobre lloró la mayor parte de la noche. Por lo general, no soy la más comprensiva cuando se trata niños llorando, pero esta vez realmente me sentí mal por ella. Su madre y yo, aunque probablemente por razones completamente diferentes, elegimos estar en ese tren. Pero la niña fue llevada allí, y era una forma horrible de pasar una noche. ¡Una segunda inesperada noche, para peor!
Un poco después de la 1, los ruidos en el pasillo se intensificaron y siguió una bocina particularmente larga. Abrí un ojo, tomé mi teléfono y miré el mapa. Llegamos a Dodoma. 788 de los 1254 km (490 de las 779 millas). ¡Casi dos tercios! Rápidamente volví a dejar el teléfono y me quedé dormida. Si la experiencia me había enseñado algo era que íbamos a estar allí por un tiempo, y aunque fuera ruidoso, no había movimiento. Me di la vuelta y me quedé profundamente dormida.
Algunos bocinazos más nos mantuvieron a mí y a Sabrina durmiendo y despertando varias veces durante el resto de la noche. Pero el pensar en que me pondría al día con el descanso la noche siguiente en una cama sin movimiento en Dar me hizo aguantar.
Una vez más, cuando apareció la luz del día, de forma humillante bajé de mi litera y me dirigí al restaurante. No tenía hambre, pero la idea de un té me impulsó. Cuando terminé de comer mi insípido omelet, noté que ya habían pasado 36 horas en el tren. Parecía que hubiese sido más rápido esperar el tren express del sábado que me ofrecieron en Kigoma…
¡Increíblemente, llegó el tren!
El día fue una copia del anterior. La parada más larga fue en Morogoro, donde pasamos 2 horas, hasta después del mediodía. Esta vez logré obtener naranjas, plátanos, una palta y unos huevos duros. No mucho para el almuerzo, pero más saludable que el día anterior.
Siguieron algunas paradas más, leí algunos capítulos más de mi libro, bajé algunas veces más de mi litera para ver cómo cambiaba el paisaje. De repente, algunas casas comenzaron a salpicar las llanuras. Más y más aparecieron, hasta que la ciudad fue revelada. A las 5:56 paramos en la estación central de trenes de Dar es Salaam, exactamente 45 horas y 7 minutos después de partir, y 49 horas y 56 minutos después de que el tren debería haber salido, aunque el sitio web de la Línea Central anunciaba que el viaje duraría 23 horas y 46 minutos. ¡Un excelente ejemplo de cómo funciona el tiempo en África!
Para obtener información actualizada sobre los horarios y los precios, consulta el sitio web oficial del Ferrocarril de la Línea Central.
Los “ferrocarriles de mierda”, desde mi perspectiva, fueron una linda aventura, un viaje en el tiempo a un mundo diferente, una forma épica de cruzar el país y una experiencia única en la vida, en los últimos grandes viajes en tren de África. A pesar de que la palabra “lujo” puede aparecer en cualquier descripción como un antónimo de los recorridos, hacen una experiencia excepcional. Como decía, desde la perspectiva de un viajero de aventura. Para los lugareños, por otro lado, es probablemente una pesadilla que soportan estoicamente. O tal vez no. Todos parecían felices, como si el tiempo y la comodidad no fueran un problema. Sin duda “ellos tienen el tiempo y nosotros tenemos el reloj”. Sin embargo, fue refrescante ser, aunque solo haya sido por la duración del viaje, uno de ellos, disfrutando de cómo la vida pasa lentamente en un tren a través de Tanzania.
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